martes, 11 de mayo de 2010

Los bolardos de la Oliva



Nada nuevo cuando hablamos de la epidemia de bolardos, en estos últimos años el modelo elegido es el de unas estacas de acero inoxidable, uno de los materiales más contundentes que hay en el mercado. Me parece además que los suministra la misma empresa que diseña las farolas.
No perderíamos más el tiempo con estas menudencias sino fuera porque esta vez apareció una línea de estos cilindros en la calle de la Oliva, frente al magnífico edificio de Correos.
Y esto nos sirve para recordar que dicha calle, en concreto el tramo que va desde dicho edificio hasta la plaza de la Peregrina, fue una de la primeras calles de Pontevedra en hacerse peatonal.
Esto debió suceder hace ya más de treinta años. De aquella aun no se habían inventado las humanizaciones, las accesibilidades y creo que tampoco las Autonomías.
Lo doloroso del caso es que durante todas esas décadas, la calle de la Oliva de vocación comercial, no necesitó nunca de bolardos de ningún tipo, existía una convicción ciudadana de que debía ser respetada. Y creo que nunca hubo ningún problema y eso que padeció experimentos urbanos como los del alcalde Rivas Fontán cuando se situaron jardineras y farolas en el medio de la vía, decían que a imitación de Estrasburgo.
Como dijo el poeta Carlos Oroza, quieren convertir la ciudad en todo un auténtico patio carcelario.

5 comentarios:

  1. -¡Óyeme, Severiano....! ¿Y cuánto dices que dejan estos bolardos de purísimo acero...? ¿El 7%? Bueno, pues me das el 9 y te lleno la ciudad de ellos....

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  2. no me parece tan horrible la medida..

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  3. Un día va a pasar algo.

    Baste un incendio, una situación de emrgencia cualquiera, y la ciudad queda bloqueada por estas paridas, bolardos, maceteros en medio de la calle, bordillos de palurdo, direcciones prohibidas absurdas, calles de varios carriles limitadas a un único carril....

    Por no hablar de lo que tocan los cojones a los residentes cuando hay que acercar una persona mayor o enferma en coche hasta casa, o unos niños en día de lluvia, o lo que sufre un repartidor en su trabajo cotidiano con todos estos estorbos.

    Parece el diseño de ciudad de un ímbécil.

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  4. Sí, en efecto, el diseño de ciudad, es de un imbécil.

    Los inteligentes, nos llevamos las comisiones, mientras dejamos a los imbéciles jugar a arquitectos y políticos.

    Siempre, con el soporte de vuestros votos, claro. Si ellos, no seríamos nada.

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  5. Ya os digo que se les va la pinza. Hormigón en la zona monumental.Viva el asfalto.

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