Fue en las pasadas Navidades cuando se inauguraba una de las intervenciones más demenciales habidas en el Centro Histórico, en el entorno del Teatro Principal y la calle de Don Filiberto.
A esta actuación, que debería figurar en los manuales de rehabilitación del patrimonio como un ejemplo de lo que no debe hacerse, le cabe el mérito de incumplir las premisas sentadas sobre la restauración de los bienes culturales, formulada ya hace algunas décadas por el italiano Cesare Brandi.
Porque con la plantación de más de una veintena de cipreses, evocadores de un cementerio medieval, se estaban falseando las denominadas como instancias estética, e histórica, al desconocer con esa intervención que estábamos ante un entorno forjado en el siglo XIX, paradigma del urbanismo burgués que había conseguido que donde había una iglesia románica con su cementerio se edificara todo un coliseo capitalino, junto a un Liceo Casino. En palabras del italiano, no hay nada más falso en restauración que pretender que el tiempo sea reversible, y el ejemplo soberbio y sectario de este caso fue implantar la memoria y visualización de un camposanto, que hacía más de un siglo que se perdiera para dar paso a nuevos usos centrados básicamente en los éxitos artísticos del Teatro.
Pero también el tiempo pone a cada cual en su lugar. Aun no transcurrieron nueve meses de esta desafortunada actuación y ya hay que invertir otra vez fondos públicos en adecuar esa zona a la realidad racional, retirando árboles secos, y estorbos de la vía pública y aun de los accesos al Teatro.
En un país civilizado técnicos y políticos no cobrarían este mes. Aquí vale todo.
A esta actuación, que debería figurar en los manuales de rehabilitación del patrimonio como un ejemplo de lo que no debe hacerse, le cabe el mérito de incumplir las premisas sentadas sobre la restauración de los bienes culturales, formulada ya hace algunas décadas por el italiano Cesare Brandi.
Porque con la plantación de más de una veintena de cipreses, evocadores de un cementerio medieval, se estaban falseando las denominadas como instancias estética, e histórica, al desconocer con esa intervención que estábamos ante un entorno forjado en el siglo XIX, paradigma del urbanismo burgués que había conseguido que donde había una iglesia románica con su cementerio se edificara todo un coliseo capitalino, junto a un Liceo Casino. En palabras del italiano, no hay nada más falso en restauración que pretender que el tiempo sea reversible, y el ejemplo soberbio y sectario de este caso fue implantar la memoria y visualización de un camposanto, que hacía más de un siglo que se perdiera para dar paso a nuevos usos centrados básicamente en los éxitos artísticos del Teatro.
Pero también el tiempo pone a cada cual en su lugar. Aun no transcurrieron nueve meses de esta desafortunada actuación y ya hay que invertir otra vez fondos públicos en adecuar esa zona a la realidad racional, retirando árboles secos, y estorbos de la vía pública y aun de los accesos al Teatro.
En un país civilizado técnicos y políticos no cobrarían este mes. Aquí vale todo.
Otra versión sobre el tema:
ResponderEliminarhttp://cesarabal.blogspot.com/2009/08/pagalo-de-tu-bolsillo.html