martes, 13 de abril de 2010

Desaparece la fuente de San Roque



Ayer nos referíamos a la fuente de San Roque como aquel surtidor que se instalara hacia 1890 entre el terraplén de la Alameda y la glorieta que lleva el nombre de ese santo.
Decíamos también que cuando se desmanteló la vía del tren, al entrar en servicio la nueva estación, debió trasladarse hacia 1965 dicha fontiña a la cabecera de la Alameda.Y allí estuvo durante años, aunque pasó desapercibida para la mayoría de los vecinos. Ese fue el lugar donde la fotografiamos el pasado otoño.
Ahora con las obras de restauración de la Alameda, desapareció este elemento compuesto de una pila monolítica y una pequeña columna de fundición, la misma que recuerdan los vecinos más ancianos.
Como nadie dice nada, ni se informó a la asociación de vecinos de ese barrio marinero, ni se publicó ninguna referencia en la prensa, las preguntas que nos hacemos es de si ¿se retiró para su restauración? ¿Se reubicará en otro lugar? ¿Pasará a depositarse en algún almacén municipal?
Esperamos noticias de esta fuente centenaria que aunque no es de la traza de las metálicas de cuatro mascarones, también tiene su valor.

2 comentarios:

  1. Parece ser que la fuente en cuestión viajó en primera instancia a un almacén municipal. Luego, partió hacia Orense, al chalet de campo de un conocido pontevedrés, que tiene que ver con los negocios de parques, jardines y certificaciones...

    Seica no Pereiro de Aguiar se bota de menos un rincón de Pontevedra....

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  2. El aire cálido que viene del sur mece suavemente las hojas del viñedo. Si todo va bien, y el verano aporta días de calor abundantes, este año la cosecha del albariño "Pazo de Pombar" será extraordinaria. Anselmo Díaz Pinto sube hasta los codos las mangas de su camisa blanca de "Gant" y sonríe satisfecho.

    Hoy es uno de esos días de primavera hermosos y radiantes en el fértil valle de El Rosal.

    Al fondo, se desliza silencioso, el poderoso caudal del río Miño, en su eterno peregrinar hacia la desembocadura atlántica.

    Anselmo, es un hombre afortunado. La vida y el sol de media tarde, le sonríen y maduran el fruto, todavía verde de sus enormes viñedos de albariño, laurel y caíño. Verde, limpio, brillante y afrutado se escancia el vino cantarín, al interior de una copa de cristal de Bohemia. Anselmo alza su copa al trasluz y admira los tonos dorados de su caldo bendecido por una tierra generosa.

    -El año pasado fué inmejorable -Comenta orgulloso, Anselmo.
    -Y éste, todavía lo será más -Responde Don Alfredo, con la sorna acostumbrada.

    Carmela, la hija menor de Anselmo, aprieta el pulsador de cobre de una humilde, pero hermosa, fuente de fundición, color verde botella, que su padre ha hecho instalar al lado del cenador al aire libre. El agua burbujea cantarina, como queriendo rivalizar con la alegría del vino, al escanciarse contra el cristal de Bohemia.

    Nadie sabe de donde ha venido esa antigua fuente, pero al verla ahora, instalada en el jardín, pareciera haber sido pensada para el "Pazo de Pombar".

    La vida es hermosa, y la tarde va tiñendo lánguidamente de pálidos ocres, las hojas del viñedo, mientras esperan pacientes para rendir su fruto.

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