Ahora que escasea tanto el empleo industrial, que se derrumban verdaderos imperios empresariales de la rama textil, traemos a este blog una de las aventuras mercantiles más desconocidas y lejanas que sobre este sector se desarrolló en la Pontevedra de finales del siglo XVIII.
Siguiendo al historiador Fortes Bouzán, Benjamín y Juan Lees, oriundos del británico condado de Lancaster, acogiéndose a un "real permiso" auspiciado por la ilustrada política borbónica de "promover por cuantos medios sean posibles el mayor fomento de las fábricas de paños y otros tejidos" llegarían a instalar en 1793 una fábrica de "emborrar, cardar, hilar y tejer lana y algodón".
El lugar escogido sería nada menos que el deshabitado Colegio de la Compañía, pues los jesuitas fueran expulsados en 1767. Como se sabe, ese caserón anexo a la actual iglesia de San Bartolomé, serviría también como sede del Instituto, después Hospicio, para funcionar en la actualidad como Museo Provincial, edificio "Sarmiento".
Se sabe que hacia 1808, en los momentos anteriores a la invasión francesa ,llegó a tener la fábrica de los ingleses, nada menos que trescientos empleados, entre hilanderas, tejedores y técnicos, funcionando asimismo hasta cien telares.
Los salarios de esos operarios "resultaban casi exhorbitantes para la deprimida economía de la villa, que gracias a la fábrica reduce el paro".
No obstante, el declive de esta empresa comenzaría con los daños y el parón ocasionados con la Guerra de la Independencia, aunque el historiador Xosé Fortes sostiene que además "el Concejo y la hidalguía de la villa estuvieron siempre recelosos de las iniciativas de estos "nuevos ricos "que amenazaban con alterar la estructura socioeconómica de la villa y en consecuencia las relaciones de poder".
En fin, hacia 1826 finalizaba esta interesante aventura pionera de la industria pontevedresa, siendo objeto además Benjamín Lees de un "oscuro y complejo proceso político".
No volveremos a tener noticia de los Lees hasta que en 1844 se acuerde por el ayuntamiento "la compra de la bomba de incendios a Catalina Lees por la cantidad de 700 reales" tal como recogió Enrique Sotelo.
Como ahora con la construcción del llamado sexto edificio del Museo, se abrió una calle o paso que comunica la del Padre Amoedo con los Arcos de San Bartolomé, lindante con la trasera de lo que fue Colegio de Jesuitas y después fábrica de los Hermanos Lees, se nos ocurre el nombre de esos brothers ingleses para esa street sin rótulo.
Quien le iba a decir a los Lees que siglos después de su iniciativa, se celebrarían desfiles de modas, como los que ahora se verifican en el museo, prácticamente en el solar donde ellos montaron sus industrias de tejidos.
Siguiendo al historiador Fortes Bouzán, Benjamín y Juan Lees, oriundos del británico condado de Lancaster, acogiéndose a un "real permiso" auspiciado por la ilustrada política borbónica de "promover por cuantos medios sean posibles el mayor fomento de las fábricas de paños y otros tejidos" llegarían a instalar en 1793 una fábrica de "emborrar, cardar, hilar y tejer lana y algodón".
El lugar escogido sería nada menos que el deshabitado Colegio de la Compañía, pues los jesuitas fueran expulsados en 1767. Como se sabe, ese caserón anexo a la actual iglesia de San Bartolomé, serviría también como sede del Instituto, después Hospicio, para funcionar en la actualidad como Museo Provincial, edificio "Sarmiento".
Se sabe que hacia 1808, en los momentos anteriores a la invasión francesa ,llegó a tener la fábrica de los ingleses, nada menos que trescientos empleados, entre hilanderas, tejedores y técnicos, funcionando asimismo hasta cien telares.
Los salarios de esos operarios "resultaban casi exhorbitantes para la deprimida economía de la villa, que gracias a la fábrica reduce el paro".
No obstante, el declive de esta empresa comenzaría con los daños y el parón ocasionados con la Guerra de la Independencia, aunque el historiador Xosé Fortes sostiene que además "el Concejo y la hidalguía de la villa estuvieron siempre recelosos de las iniciativas de estos "nuevos ricos "que amenazaban con alterar la estructura socioeconómica de la villa y en consecuencia las relaciones de poder".
En fin, hacia 1826 finalizaba esta interesante aventura pionera de la industria pontevedresa, siendo objeto además Benjamín Lees de un "oscuro y complejo proceso político".
No volveremos a tener noticia de los Lees hasta que en 1844 se acuerde por el ayuntamiento "la compra de la bomba de incendios a Catalina Lees por la cantidad de 700 reales" tal como recogió Enrique Sotelo.
Como ahora con la construcción del llamado sexto edificio del Museo, se abrió una calle o paso que comunica la del Padre Amoedo con los Arcos de San Bartolomé, lindante con la trasera de lo que fue Colegio de Jesuitas y después fábrica de los Hermanos Lees, se nos ocurre el nombre de esos brothers ingleses para esa street sin rótulo.
Quien le iba a decir a los Lees que siglos después de su iniciativa, se celebrarían desfiles de modas, como los que ahora se verifican en el museo, prácticamente en el solar donde ellos montaron sus industrias de tejidos.
El ujier dió tres toques de nudillos contra la hermosa y enorme puerta de nogal, labrada al estilo barroco que daba acceso al despacho de Su Señoría:
ResponderEliminar-Toc, toc, toc. ¿Da usted su permiso, Señoría -preguntó el empleado del Concejo, con su acostumbrada voz atiplada y servil.
-¿Quién osa perturbar mi calma? -Preguntó Don Álvaro de García.
-Verá Su Señoría, el marqués de La Bastida requiere que anuncie su presencia ante Su Señoría, a quien Dios guarde muchos años.
-Adelante, pues...
Con una pronunciada reverencia, el ujier anunció al noble:
-Comparece ante Su Señoría, Don Miguel Sánchez Millán y Martín, marqués de la Bastida requieriendo los favores de Su Señoría, Procurador Mayor del Ilustre concejo de la ciudad.
Don Álvaro se levanta para estrechar la mano del aristócrata, mientras el ujier desaparece de la escena, sin perder la inclinación de la reverencia ni dar la espalda a los presentes. cierra la puerta tras de sí.
-¡Don Miguel, que alegría verle de nuevo! ¿Y qué nuevas le traen a mi presencia?
-Es un soberbio placer reencontrarme con ussía, Don Álvaro.
-Tome asiento, Don Miguel ¿Le place a ussía un Oporto?
El aristócrata se aposenta en el sillón de cuero estilo "Chippendale", la última moda en mobiliario proveniente de la corte británica. Con ademán virtuoso se coloca adecuadamente la peluca y a continuación reposa sus manos sobre la empuñadura de plata de su bastón.
-Se trata de esa industria de paños, Don Álvaro. Desafortunada decisión la de concederle licencia de manufactura en nuestra villa, don Álvaro, muy desafortunada.
-¡Marqués, vive Dios! ¿Acaso no estamos aquí para entendernos ussía y nos? ¡¡Pida, pida y resolveremos en consecuencia !!
-Es menester terminar con dicha industría, don Álvaro. Como bien ussía sabe, mi familia viene dedicada a la importación de paño de las Indias Occidentales y Orientales desde hace más de dos siglos. Tengo los documentos y las habilitaciones reales que lo acreditan -El noble extrae una resma de legajos de su cartera de piel repujada.
-¡Por dios, Don Miguel! No es necesario, entre caballeros... ¡Guarde ussía sus documentos! Su palabra y la reputación de su apellido le preceden. ¡¡¡ En este concejo no necesita ussía justificación alguna !!!
-Verá, Don Álvaro, es necesario que esa industria, la de esos herejes ingleses sea erradicada de nuestra villa. Mis importaciones se han resentido poderosamente. Y nos, no estamos dispuestos a consentirlo por más tiempo.
-Verá, Don Miguel, no es nuestra intención negarle la debida consideración a ussía, más en verdad debo de afirmar que dicha industria da empleo a numerosos ciudadanos, amén de las rentas anuales que deja en favor de este concejo, en pago de su licencia de manufactura. Comprenda ussía, que su desaparición causará un gran malestar a nuestros vecinos más humildes...
-Hemos oído hablar que se pagan más de tres ducados de plata a hilanderas y tejedores. Y cinco a manufactureros mayores. ¡Intolerable don Álvaro! ¡Esto es intolerable! ¿A dónde iremos a parar si cunde este ejemplo ? ¡A la ruina don Álvaro! ¡A la ruina!
-Proponga pues ussía... -Responde don Álvaro con mirada maliciosa.
-Tenemos motivos sobrados para plantear una denuncia ante los procuradores de su Majestad Fernando VII, por las reiteradas vulneraciones morales y de orden que numerosos testigos achacan a estos herejes malnacidos. Ya hemos hablado con el gobernador y por la amistad que nos une, garantiza que el pleito será considerado por su Majestad. Y en cuanto a usted, don Álvaro, sus servicios y su silencio mientras dure el proceso serán recompensado con la generosidad que nos caracteriza. Anule la licencia su Señoría y sellemos este pacto de caballeros estrechando nuestras manos.
-Así sea, Don Miguel.
-Así sea, Don Álvaro.
Como hace días, la lluvia sigue tañendo su suave repicar sobre las tejas del país. Los campos duermen su sueño a la espera de una lejana primavera y el universo parece en calma, mientras en el interior del chalet la tensión va en incremento. Por enésima vez, el alcalde vuelve a dirigir sus reproches contra Don Alfredo:
ResponderEliminar-¡No estoy dispuesto a pasarte una más! ¡Pero ni una más! ¡Aquí el que manda soy yo, a ver si te enteras de una vez! -Los mofletes del regidor municipal se tiñen de rojo encendido.
Los perros comienzan a rosmar peligrosamente al oler la descarga de adrenalina en el ambiente.
-¡Y sácame los putos perros del salón, joder, que te tengo dicho mil veces que no me gusta verlos dentro de casa!!!
Don Alfredo sonríe con esa media sonrisa que dan ganas de cagarse por los pantalones cuando se le pone en la cara.
-Mis dos "pequeños" van siempre donde yo voy. Pero si no te gusta su presencia, échalos tú... si tienes cojones... te doy permiso.
-Hasta los santos cojones, me tienes. Y te aseguro que esto no va a quedar así. Yo tengo amigos muy poderosos. En el Partido y fuera de él, Alfredo, no te olvides nunca de eso. Gane o pierda las próximas elecciones, tendrás que vértelas conmigo.
-No me gustan las amenazas, Miguel. Y lo que es mucho peor: a Gog y Magog, tampoco -los rottweilers comienzan a espumear por las fauces. Sus ojos enrojecidos han adquirido el brillo luciferino de las "grandes ocasiones" -A veces parece que olvidas con quien estás hablando ¡Mi antepasado ya mandaba en este ayuntamiento, cuando tu familia sembraba berzas en los dominios de mi familia !!!
Don Alfredo hace una pausa para encenderse un gran cohiba. Tras exhalar una gran nube de humo blanco, recobra la conversación con mucha calma:
-Puede que hoy te creas algo o alguien, no lo se con certeza. Pero como hay dios que te voy a decir una gran verdad: dentro de doscientos años tus descendientes volverán a sembrar mis campos con sus putas berzas y un tatariento mío estará sentado en mi despacho del Ayuntamiento. Y ahora, es mejor que largues antes de que haga chasquear mis dedos, y mañana se publique la noticia de tu desaparición. Gog y Magog llevan dos dias sin probar bocado.
El alcalde, pálido abandona el salón vigilado por la mirada satánica de los rottweilers. Don Alfredo sonríe complacido, se apoltrona sobre su sillón "chippendale" y dirige una mirada de orgullo a un viejo cuadro colgado sobre la chimenea: Don Álvaro de García, Procurador Mayor del Ilustre Concejo. Firma ilegible. Año 1820.
Vaqueros Lee?
ResponderEliminarJosele presidente!!
ResponderEliminarCoido que non se debe de poñer ese nome a esa rúa. Eu estou en contra por non encaixar no modelo de cidade.
ResponderEliminarHai todavía moitos e moitas mártires da loita nacional galega, moitos escritores e escritoras galegos e galegas, moitos e moitas represaliadas e represaliados, que compren teñan a súa propria rúa na cidade.
Ademáis poño en dúbida todos eses datos. En realidade a historia anterior ao 1936 non está demostrada.
Esquecin poñer que non son anónimo, son Aloitador do Partido
ResponderEliminarAloitador ya te conocemos la letra...
ResponderEliminarA min pareceríame ben o nome, ou si queredes Lees Brothers.
ResponderEliminarAínda así os habían meter no saco da "memoria histórica". Lees..... Lescaille, pensarían eles. Jajaja.
Moi acertado Xesus, pienso que planteado desde el punto de vista de la Korea radikal pude colar. LEE
ResponderEliminarque acertado mareante. El apellido Li es muy corriente en la República Popular de Corea del Norte. Así sí se puede vender la idea al comité popular de los camaradas de pontevedra.
ResponderEliminarLevanto la mano (diez años después de este estupendo artículo) para concederle el nombre de los Hermanos Lees a ese tramo de calle de nuestro centro histórico...
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