En primer lugar queremos agradecer las muestras de adhesión que hemos recibido sobre las críticas a la desgraciada y funesta intervención en lo que un día fue el Campillo de Santa María. Nosotros estamos experimentando ahora los mismos sentimientos de desazón e indignación que un día sufrieron los miembros de la Sociedad Arqueológica por el derribo de las Torres Arzobispales, bien es cierto que de aquella no existía el agravante de la presunta sociedad civilizada actual.
No obstante, como es un tema muy amplio, al que ya dedicamos muchos post, si podemos hacer algunas reflexiones que nos ayuden al menos, a acercarnos a las mentes de los individuos que han prepetrado este expolio.
Por ejemplo, conceptualmente, las huestes de Lores ya nos están indicando con la "reforma "del Campillo, su concepción sectaria y selectiva de la Historia. No les ha valido que estuviésemos ante una pieza urbana promovida por la burguesía del XIX, totalmente operativa y de grandes valores socializadores, como era la alameda talada y desmontada. No, hubo que borrarla del mapa pontevedrés y exarcerbar lo que representa el Antiguo Régimen, el servilismo y las trabas feudales, que evocan esa adoración por los restos de la muralla.
Pero fijémonos ante que personajes estamos, que el propio Lores hace unos años en la visita previa al todavía Campillo se jactaba de las "tarteiras" aquellos dispositivos de metal obsoletos destinados a la iluminación de Santa María. Ahora la zona está llena de artefactos que invaden tejados aledaños y atrio, por no hablar de los metros de barandilla de acero instalados. Toda una lección de coherencia.
Como tendrán que explicar la gran pelea que hubo en su momento para conservar las losas de piedra tradicionales de la plaza de Alonso de Fonseca, un lateral de la Basílica y ahora podamos alcanzar la fachada principal, joya del arte plateresco, a través de una senda de...hormigón.
Pero hay un argumento capital, que ya denota las coces de asno y los errores en la gestión patrimonial de la ciudad, que haría sonrojar a los promotores de esta obra, presuntos defensores de la desaparecida muralla medieval. Y es que ahora resulta que con el esfuerzo de la recuperación de la muralla a su paso por el Campillo, ya se puede cerrar la zanja de la calle Sierra, lugar donde se podía contamplar restos de la cerca, porque ya tenemos un elemento físico que mostrar en la calle de Arzobispo Malvar. Lo que no dice ninguna cabeza pensante es que metros arriba de la escalinata monumental de Santa María se conserva el mayor lienzo de la muralla de Pontevedra en su ser. Eso si algo oculta por la vegetación allí existente.
Para este viaje no hacía falta cargarse al campillo de Santa María.
Seguiremos ilustrando a los lectores.
No obstante, como es un tema muy amplio, al que ya dedicamos muchos post, si podemos hacer algunas reflexiones que nos ayuden al menos, a acercarnos a las mentes de los individuos que han prepetrado este expolio.
Por ejemplo, conceptualmente, las huestes de Lores ya nos están indicando con la "reforma "del Campillo, su concepción sectaria y selectiva de la Historia. No les ha valido que estuviésemos ante una pieza urbana promovida por la burguesía del XIX, totalmente operativa y de grandes valores socializadores, como era la alameda talada y desmontada. No, hubo que borrarla del mapa pontevedrés y exarcerbar lo que representa el Antiguo Régimen, el servilismo y las trabas feudales, que evocan esa adoración por los restos de la muralla.
Pero fijémonos ante que personajes estamos, que el propio Lores hace unos años en la visita previa al todavía Campillo se jactaba de las "tarteiras" aquellos dispositivos de metal obsoletos destinados a la iluminación de Santa María. Ahora la zona está llena de artefactos que invaden tejados aledaños y atrio, por no hablar de los metros de barandilla de acero instalados. Toda una lección de coherencia.
Como tendrán que explicar la gran pelea que hubo en su momento para conservar las losas de piedra tradicionales de la plaza de Alonso de Fonseca, un lateral de la Basílica y ahora podamos alcanzar la fachada principal, joya del arte plateresco, a través de una senda de...hormigón.
Pero hay un argumento capital, que ya denota las coces de asno y los errores en la gestión patrimonial de la ciudad, que haría sonrojar a los promotores de esta obra, presuntos defensores de la desaparecida muralla medieval. Y es que ahora resulta que con el esfuerzo de la recuperación de la muralla a su paso por el Campillo, ya se puede cerrar la zanja de la calle Sierra, lugar donde se podía contamplar restos de la cerca, porque ya tenemos un elemento físico que mostrar en la calle de Arzobispo Malvar. Lo que no dice ninguna cabeza pensante es que metros arriba de la escalinata monumental de Santa María se conserva el mayor lienzo de la muralla de Pontevedra en su ser. Eso si algo oculta por la vegetación allí existente.
Para este viaje no hacía falta cargarse al campillo de Santa María.
Seguiremos ilustrando a los lectores.
La brújula de que se valen para cada una de sus actuaciones apunta meridianamente a su ADN particular: el aldeanismo, su norma para acabar con esta ciudad. Y aún se creen que en Europa están estudiando el modelo de ciudad de Pontevedra.
ResponderEliminarSerá para evitar los pasos aquí dados, de cómo acabar con la riqueza de una ciudad.
Pues yo, que quieres que te diga, si la veo preciosa !!!!!!!!!!!!
ResponderEliminarHombre, han logrado eliminar el botellón de la zona vieja, con la consiguinte mejora en calidad de vida para los vecinos de esa zona, y logrando así que no se llene de mierda cada fin de semana. Y las obras han tardado demasiado, pero han quedado bien.
ResponderEliminarHay que ser objetivos, para mí, en este tema, lo han hecho bien.
Por cierto, qué es eso de tapar la parte de la muralla de la calle Sierra? taparla entera o ponerle cristal? qué sentido tiene ahora taparla?
El botellón no lo eliminaron lo trasladaron institucionalizandolo. Normal con un paro juvenil próximo al cincuenta por ciento.
ResponderEliminarEl Campillo como tal ha desaparecido.