viernes, 25 de mayo de 2012

La caseta turística extraterrestre

A veces, lo de vivir en una ciudad en la que las vainas mutantes y los zombies se apoderaron de la sociedad civil te proporciona algunas satisfacciones, sobre todo cuando se contemplan sus acciones.
Por ejemplo, lo de la caseta de información turística instalada por el Concello de Pontevedra en las inmediaciones de la plaza de España. Nada objetaremos - desde el punto de vista hiperadministrativo - a que se encuentre situada equidistante entre la de  la Xunta, en la calle de Riestra y la de la Diputación Provincial, en el palacete de la Avenida de Santa María. Así como nada diremos de los últimos doce mil euros invertidos en forrar con espejos el garito efímero.
El conjunto de caseta cúbica, con su dispositivo para captar las ondas marcianas, olivo enmacetado y aun respiradero de acero corten del parking subtarráneo, conforman un evocador paisaje urbano  difícil de olvidar para cualquier visitante.
¿Pero cómo sería la situación antes de que la citada epidemia generacional de zombies y vainas se apoderara de la ciudad?
Pues que nos ufanaríamos por explicar a los turistas, desde las inmediaciones donde hoy se halla la caseta extraterrestre, que las góticas y medievales ruinas de Santo Domingo son un ejemplo a nivel mundial de  respeto por la restauración monumental . Añadiríamos que precisamente fue el primer Monumento Nacional declarado como tal en la ciudad de Pontevedra, ya a finales del siglo XIX.
Les hablaríamos a los ilustrados visitantes de la influencia de la Sezessión vienesa en la arquitectura de nuestro Instituto. Presumiríamos igualmente de las obras públicas del célebre arquitecto Sesmero, los palacios provincial y consistorial, sinfonías de granito decimonónicas...
Mostraríamos también  la mejor escultura conmemorativa en bronce de Galicia, y de las mejores de España, como es la de los Héroes de Ponte Sampaio...
Y en cuanto a los árboles le daríamos primacía a las seculares acacias de la Alameda, a la centenaria araucaria o a las camelias de los jardines de la Diputación, antes que a un enmacetado y torturado olivo, pretendido símbolo de las Rías Baixas.

5 comentarios:

  1. Antón se despertó sobresaltado. De un brinco se incorporó sobre el lecho de cartones usados y vislumbró un grupo humano al fondo del callejón. Había algo extraño en todo aquello, una bruma de irrealidad que convertía aquellas figuras humanas en un ejército de caminantes que se tambaleaban en dirección a él. Y un olor fétido que comenzó a inundar el callejón...

    Un sudor frío recorrió la espalda de Antón mientras las figuras zigzagueantes se aproximaban murmurando. A una distancia prudencial el olor acre y nauseabundo se hizo más evidente. Antón sintió una descarga intensa de adrenalina y unos instantes más tarde reconoció al primero de los caminantes: era "Ray", como le llamaban todos en aquellos tiempos, Raimundo, un antiguo miembro del Partido del que hacía años que no sabía nada. Quiso saludarlo, pero algo no iba bien. "Ray" no sonreía, no tenía expresión definida, quizás una mueca sardónica expresada por aquella boca desfigurada bajo el poblado bigote.

    A Antón le gustaban los bigotes, pero aquel le pareció desagradable, desasosegante... desesperante.

    El grupo se acercó hasta unos siete metros de distancia y entonces Antón lo entendió todo: estaban muertos, todos estaban muertos. Antón emitió un agrudo chillido de terror y salió corriendo en dirección opuesta seguido por la masa de zombies malolientes.

    Todos estaban muertos y caminaban lentamente por el casco viejo muerto de la ciudad, sin vida, sin comercios, sin alegres funcionarios que degustaban las copas de albariño brillante de un camarada del Partido que tenía un bodega y un bigote... sin camareros sonrientes que te ponían el café como a tí te gusta... sin policías sonrientes que anotaban tacos de multas sin cesar para pagar las nóminas que pagaban los cafés, como a tí te gustan para luego dejar las propinas al camarero sonriente... sin malabares ni zancos, ni mimos sonrientes, ni carteles, ni terrazas llenas de votantes sonrientes...

    Todos estaban muertos. Los zombies se apoderaron de toda la ciudad y no fue porque no avisáramos hasta la saciedad...

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  2. Están totalmente idos. No se dan cuenta del cambio social, y de la que se viene encima. A píñón con gastos superfluos, mamandurrias y falta de inversión real, o gestos simbólicos como reducirse "un algo" el sueldo.

    La hostia va a ser de campeonato.

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  3. Tristán de Montenegro27 de mayo de 2012, 17:19

    Espero que el PSOE local no monte el circo en el Concello, pidiendo que la Iglesia pague el IBI (por cierto que sí que lo paga, salvo para los bienes destinados al culto).

    Poque ya tendría guasa que los socialistas pidieran la pasta para el IBI (que se utilizaría en más dinero para los políticos y pagar nóminas para inútiles enchufados, o en obras absurdas como esta caseta), y que no hubiera dinero para el comedor de San Francisco.

    El asilo ya consiguieron cerrarlo ante la falta de fndos, y la indiferencia de todos los mamarrachos de la política local.

    Lo dicho, espero que haya algo de decencia y de vergüenza ajena.

    Si no vamos a tener que sacar la estaca y correr a gorrazos a todos los ladrones y sinvergüenzas, que no contentos con poner de rodillas a este país, ahora además pretenden dejar a los que dan de comer a los pobres el pan de cada día, sin medios económicos.

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    1. "CIRCO" y "PSOE" son dos palabras llenas de payasos

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  4. Hay mucha gente que cobra por "asesorías culturales", y no teniendo ni conocimiento de la ciudad, ni talento, se dedican a sugerir, y luego a facturar estas cosas...

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