Sólo pensar que el concejal de promoción económica capitalino, tardó cerca de dos años en trasladar las oficinas municipales a otro edificio de la misma calle, ya da idea de porque Pontevedra es la campeona del paro.De todas formas hoy nos vamos a referir a la nueva decoración que luce Michelena 30, de la que solamente se ha hablado, y bastante, del mobiliario de oficina.
Si partimos de que se trata de un edificio de carácter institucional, de la Casa Consistorial, Municipal o Concello, administración que representa a todos los vecinos, lo lógico es que cualquier pieza decorativa que se elija, y pague con dinero público, vaya en esa línea.
A nadie nos extrañaría en consecuencia, ver colgados de las paredes, símbolos de la intemporalidad de Pontevedra, ya sea en su fase de villa como de ciudad y capital. Para eso está el escudo oficial. Obviamente que se admitirían otros objetos, ya interiorizados por los pontevedreses, desde una figura del Teucro, hasta otra del loro Ravachol, desde una Virgen Peregrina, hasta un relieve del puente del Burgo o el carballo de Santa Margarita...
Sin embargo ya resulta más difícil asumir otro tipo de decoración que no distingue la diferencia entre lo que es una Administración Pública Local, caso de nuestro Concello, de lo que es el partido político del alcalde que está en el poder, en principio de forma temporal y limitada.
Por eso resulta de dudosa legitimidad encargar y colgar, cuadros de alto valor político y ajenos, en principio, a nuestra vida municipal. Sería el caso de las respetables efigies de Castelao y Alexandre Bóveda, dos figuras relevantes de la Historia de Galicia Contemporánea, pero que no llegaron siquiera a ser, ya no alcaldes, sino concejales de Pontevedra. Que sean el referente histórico, político y filosófico del BNG, y aun del actual regidor, vale, pero debiera restringirse su exhibición a la sede de su partido. Porque puestos a poner preferencias gráficas, antes que las citadas personalidades, tendrían que figurar como decoración de Michelena 30, desde alcaldes “con calle”, caso de González Zúñiga, Puig Llamas, Hevia, Filgueira Valverde, Bibiano Tafall, García Filgueira, o García Sánchez, hasta los primeros ediles de la democracia que precedieron a Fernández Lores.
En fin, que tiene tanto peso el aparato político-partidista del Concello, solamente en las relaciones públicas de la alcaldía hay cinco personas de confianza, que ya no se distingue entre lo que es Administración y Partido.
Por cierto que entre el más de medio millón de euros que se gastaron en la adecuación y traslado de las oficinas, se echa de menos una partida referida a un juego de banderas con sus mástiles, para dar así un carácter oficial al edificio. Esperemos que no se equivoquen también de enseñas.